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miércoles, 24 de diciembre de 2014

¡Yera un Burru!



Andaban dos paisanos por un prao, hablando de sus cosas, cuando escucharon una especie de rugido de lo alto, cayendo del cielo.

 .- "¿qué ye esi ruido, Senén?- preguntó uno- .-

Ni idea. Déxame mirar bien, Teo- contestó el otro-

 Por la esquina de una nube apareció un artefacto volador: algo así como un globo gigante. Y parecía desinflarse a ojos (y estruendo) vista.

 .- ¡Coimes, Teo!. ¡Ye un globu! ¡Y paez'me que va'terrizarnos encima!

 .- Que babayaes diz éste... un globu... ¡que ye un burru, Senén!. ¿Non lu ves o préstote les gafes?

 .- Non, que nun las necesito; pero tú sí un catalejo: ¿Onde ´tan les oreyes y el rabu y les pates de tu burro?. ¿Nun ves la quilla del globo ni escuchas cómo se desinfla?

 .- ¡Tas llocu, Senén! ¿Yes ciegu o tan fatu que nun quiés darme la razón? ¡YE UN BURRU ESI QUE CAE!

 .- Lo que digas, Teo. Pero nun voy quedarme a darte la razón.
Ya contaré en el bar, con una sidrina en la mano, que cayóte encima un "burro", aplastóte y morriste.
Yo marcho y quédeste solín con la cabezonería: a ver si te libra de la güestia.

 Y, mientras Senén se daba la vuelta a toda prisa, el globo (porque no era sino un globo de los de aire caliente y quilla, que así lo contaron los diarios al día siguiente y... nunca se vio aún un burro volador. Salvo en los cuentos) caía en picado sobre el cachín de terreno que ocupaba Teo.
 Y viendo marchar al amigo Senén, Teo alzaba el puño al aire, olvidado del globo, por amenzar al amigo que no le daba la razón:

 .- ¡Vete y cuenta, llambión! ¡Que ya llegaré yo detrás con el burro a cuestas pà dexarte en ridículo en el pueblo! ¡Y luego llamo a la cadellada a que te lleven y te encierren! ¡Mal amigu! ¡que nun yes capaz de ver el burro con tal de no apearte del tuyo! ¡Faltosu!

... Y nada más... (porque Teo hubiera seguido amenazando la espalda de Senén- bien lejos ya- cosa de tres años más, sin parar ni para respirar, que no parecía sino que le hubiesen dado cuerda y no tuviese botón de "pausa"...) pero es que entonces el ruido se convirtió en estruendo de golpear contra el suelo: y Teo se vio volando al otro lado de la finca, entre cachos de metal y de tela.
 Mientras Teo se palpaba el cuerpo y recuperaba los sentidos, le daba vueltas a la misma idea:

 "Yera un burro: sabíalo yo... ¡pues buena coz me atizó!. Que los burros nun vuelan... ¡si acabo yo de volar!"

FIN

Junio








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